Bernardo de Gálvez, un español en la independencia de los Estados Unidos.
- Nicanor Florentino
- 9 may 2016
- 4 Min. de lectura

Hoy recordamos la batalla de Pensacola, en el año 1781, donde participó activamente Bernardo de Gálvez. Y es que pocos recuerdan que España participó de forma decisiva en la Guerra de Independencia de Estados Unidos, con Bernardo de Gálvez como principal protagonista. Nos encontramos en 1777, y tres potencias mundiales se disputan la primacía mundial. Gran Bretaña, en ascenso, España, cada vez más cansada, y Francia. Luisiana, originalmente francesa, ha pasado a pertenecer a España tras la guerra de los 7 años, que a su vez perdía La Florida a manos de Inglaterra. Los colonos ingleses de la costa este de Norteamérica se rebelan al yugo de Londres, y España y Francia, aliadas, le declaran a su vez la guerra a Inglaterra. Pocos meses antes, ha llegado a Luisiana un nuevo gobernador. Su nombre es Bernardo de Gálvez, malagueño, y con familiares influyentes en la Corte de Carlos III. Bernardo lleva batallando desde que tiene 16 años, y ha ascendido rápidamente por méritos de guerra. Con una gran formación técnica, lleva ya muchos años en América, y domina bien el francés, tras su estancia en Pau. Se instala en Nueva Orleáns, donde se casa con una criolla, María Feliciana de Saint-Maxent. Desde aquí, Gálvez fortalece las posiciones españolas, crea nuevas colonias, y colabora con los norteamericanos, facilitándoles víveres y armas. Pero los ingleses se enteran y planean invadir Luisiana. Gálvez, atento, decide adelantarse atacando las posiciones inglesas en la ribera del Mississippi, en septiembre de 1780. Así, conseguía abrir una vía de aprovisionamiento segura para los rebeldes, y mantenía a los ingleses ocupados en el sur, disminuyendo así su fuerza en el norte. Gracias a esto, Bernardo fue nombrado mariscal de campo, con tan solo 33 años. Pero nuestro hombre aún ansía más. Ahora que los británicos están en apuros, ve la posibilidad de recuperar para España La Florida. Su plan era organizar un desembarco en la bahía de Mobila (hoy Alabama), donde hay una fortaleza inglesa. Pero al llegar nuestra flota a las inmediaciones, una tempestad la destruye, ante lo que los ingleses envían al grueso de su ejército a tratar de liquidar lo que queda de ésta. Mas Gálvez actúa con premura, reorganiza a los supervivientes, recibe refuerzos, y ordena un cañoneo feroz contra la fortaleza. Para cuando llega el ejército británico, solo puede contemplar impotente la conquista del fuerte por los españoles. Ahora que ya tiene Mobila, Gálvez está a las puertas de su sueño, La Florida. Solamente hace falta un arriesgado movimiento, y no es nada menos que la toma de Pensacola, el puerto más importante de la zona. Para ello necesita más refuerzos, solicitándolos a La Habana. Pero La Habana los niega. Ha surgido la envidia entre los viejos cargos militares, que no soportan que un militar tan joven suba tan rápido. Tanto tardó el permiso, que los mismos franceses se quejaron a Carlos III, hasta que, después de 2 meses, llegó la aprobación. Pero de nuevo apareció la mala suerte, y una tormenta dispersó la Armada. Otra vez aparecen pegas desde La Habana, a lo que él contestó con rotundidad, recordando las veces que el mar había dispersado barcos ingleses, y estos habían vuelto a la carga. Afirmó: “¿Es que nosotros no somos capaces de cosa semejante? ¿Ha desaparecido la virtud militar que tanto nos caracterizó atacando a nuestros enemigos? ¿Somos tan pusilánimes e inconstantes que una simple tempestad tropical nos amilana en nuestra gloriosa empresa?”. Ante aquella llamada al orgullo patrio, no solo convenció a los jerifaltes de La Habana, si no que el propio Carlos III dio orden de disponer todo lo necesario para recuperar Florida. Para inicios de 1781, Gálvez ya disponía de suficientes hombres para atacar Pensacola. La batalla podía comenzar. Para entrar en Pensacola había que superar una línea de fuego cruzado. A un lado, la isla de Santa Rosa. Al otro, el fuerte inglés. Nuestro hombre tomó la isla, pero el buque insignia embarrancó debido al fuego de los cañones ingleses. El jefe de la flota, Calvo de Irázabal, se amedrentó, prohibiendo a nuestros barcos entrar en la bahía, no pudiéndose llevar a cabo de esta forma el desembarco. Pasan los días y Calvo no quiere entrar en razón, con lo que Gálvez, viendo que se le escapa la oportunidad, decide lanzarse en solitario a la bahía. Sube a bordo de su barco, el Galveztown, e, izando la enseña de almirante, manda un presente al jefe de la flota. Es una bomba con un mensaje: “Una bala de a treinta y dos recogida en el campamento, que conduzco y presento, es de las que reparte el Fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy delante con el Galveztown para quitarle el miedo”. A continuación, se lanzó con sus cuatro barcos a la bahía, pasando sin problemas el fuego enemigo. El resto de la escuadra, picados en su honor, le siguieron, mientras Calvo Irázabal retornó furioso a La Habana. Los ingleses se rindieron, Pensacola cayó, y Florida volvió a ser española. Los americanos quedaron muy fortalecidos, y los ingleses ya no levantarían cabeza. Dos años más tarde, se firmaba el Tratado de Versalles, por el cual se reconocía la Independencia de los Estados Unidos, y la soberanía española de Florida. Gálvez fue ascendido a teniente general, obteniendo título de vizconde de Galveston y conde de Gálvez, y permitiéndosele acuñar en su escudo el lema “Yo solo”, en alusión a su hazaña. Lamentablemente moriría poco después, en 1786, con tan solo 40 años, se sospecha que envenenado, y sus restos descansan hoy en la iglesia de San Fernando, en México.
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