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Menéndez Pelayo, un cerebro al servicio de España

  • Foto del escritor: Nicanor Florentino
    Nicanor Florentino
  • 20 may 2016
  • 4 Min. de lectura

Ayer, 19 de mayo de 2016, recordábamos el aniversario de la muerte de Marcelino Menéndez Pelayo. Y es que el 19 de mayo de 1912 fallecía en Santander Menéndez Pelayo. Fue un día de auténtico luto nacional. Moría el que durante treinta años fue el adalid y alma de una España que quería renacer. Él solo Consiguió lo que nadie había conseguido durante todo el siglo XIX: que los españoles volvieran a conocer y estimar con orgullo la historia patria, con sus héroes y conquistas y su espíritu misionero, algo imprescindible para construir un futuro, Consiguiendo de nuevo persuadir acerca del importante papel desempeñado históricamente por España. Sus hazañas empezaron desde muy joven. En España estallaba una polémica, de las más célebres del siglo: Menéndez Pelayo reta en su famoso “Mr. Masson redivivo” a Revilla y a otros autores que despectivamente hablaban sobre la escasa importancia histórica de la ciencia y la cultura en España y les demuestra la altura de cultura, el derecho y la filosofía en nuestra patria del XVI. Para ello escribió en tiempo record todo un clásico: “La Ciencia española” Luego, con 21 años cumplidos, en 1878 obtiene la cátedra de Historia de la Literatura en la Universidad Central y con 23 años, 1880, es elegido académico de la Real Academia Española; en 1881 publica los tomos I y II de la Historia de los Heterodoxos españoles. Ese año vuelve a demostrar su valor cuando se levantó y pronunció un largo y famoso Brindis del Retiro, en uno de los actos del centenario de Calderón en banquete con 150 profesores españoles y europeos. Fue una reacción espontánea al observar que se brindaba por una modernidad mal entendida, olvidando a Calderón, escritor que supo trasladar el alma cristiana y española a sus obras. Menéndez y Pelayo improvisó un brindis que ha pasado a la posteridad por su fuerza, vehemencia y repercusión: “Brindo por lo que nadie ha brindado hasta ahora: por las grandes ideas que fueron alma e inspiración de los poemas calderonianos. En primer lugar, por la fe católica, apostólica romana, que en siete siglos de lucha nos hizo reconquistar el patrio suelo, y que en los albores del Renacimiento abrió a los castellanos las vírgenes selvas de América [...]. Brindo por la nación española, amazona de la raza latina, de la cual fue escudo y valladar firmísimo contra la barbarie germánica y el espíritu de disgregación y de herejía, que separó de nosotros a las razas septentrionales. Brindo por el municipio español, hijo glorioso del municipio romano y expresión de la verdadera y legítima y sacrosanta libertad española, que Calderón sublimó hasta las alturas del arte en El Alcalde de Zalamea. En suma, brindo por todas las ideas, por todos los sentimientos que Calderón ha traído al arte; sentimientos e ideas que son los nuestros, que aceptamos por propios, con los cuales nos enorgullecemos y vanagloriamos... Y acusaba a los Gobiernos revolucionarios de destruir las libertades... Las reacciones a sus palabras tuvieron honda repercusión en toda la intelectualidad de la época. Algunos no se lo perdonaron, pero era el mayor sabio del momento. En 1882 es nombrado académico de la Historia; en 1889 académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y en 1893 director de la Biblioteca Nacional. Era un humanista que apostó siempre por valores clásicos compatibles con los cristianos. Para él, lo español se universaliza por extensión en lo hispano, del mismo modo que la civilización clásica enlaza con la cristiandad, demostrando también el permanente vínculo hispano con lo que sucedía en Europa, en ideas religiosas, políticas, estéticas o filosóficas. Además concebía el regionalismo como expansivo y generoso con la patria común. Es menos conocido que Menéndez Pelayo era también excelente poeta. Y aunque su producción no es grande, cuando se ponía a ello, sus versos no desmerecían de los de muchos de sus contemporáneos. En sus poemas deja claro su entronque entre clasicismo y cristianismo, su amor por España compatible con sanos regionalismos: A mi dulce Cantabria, tierra santa, La tierra de los montes y las olas, Donde ruego al Señor mis ojos cierre, Sonando, cual arrullo en mis oídos, Lento el rumor de su arenosa playa. Su prosa era también magnífica, a pesar de la rapidez con que escribía sus miles de páginas. Era una de las personas que mejor español escribe de toda nuestra literatura En 1901 ingresa en la Academia de Bellas Artes de San Fernando; y en 1909 director de la Academia de la Historia. Fue un monstruo por la fecundidad de sus obras, a pesar de que muere con solo 56 años. Un gran español. ¿Cuál es la razón por la que algunos tratan de no citar sus obras, a pesar de que se lean mucho por ser una gran fuente de datos? ¿Cómo se explica este silencio? ¿Quién teme a don Marcelino que tuvo como proyecto la pasión por España ponderando la importancia del catolicismo en la cultura española? No es casual este silencio de los que tratan de negar España, silencio que se aplica también a otros pensadores y escritores muy españoles: Balmes, Donoso Cortés, Ramiro de Maeztu, García Morente, Vázquez de Mella, José María Pemán…

 
 
 

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